HISTORIAS O PATAKIES

Por mucho que se sepa, siempre algún conocimiento nos falta.
Oddu de Ifá

La sabiduría es, precisamente, una de las virtudes que ha cultivado la humanidad desde que tiene conciencia de sí y, en el caso de estos textos extraídos de la oralidad popular, los Orishas –cubanizados ya durante generaciones– son portadores y transmisores de esa virtud, junto con otros personajes protagónicos que adquieren el don del habla, si son animales o plantas que cobran vida, si son objetos inanimados. Aunque la sabiduría se asocia simbólicamente a los ancianos, como representantes de la experiencia, como testimonios del pasado, los personajes que intervienen en estas historias son portadores de un presente que permanece en la memoria del oyente. (tomado del prólogo a El mundo de los Orishas)

A continuación una relación de historias o patakíes que nos dejan toda la sabiduría y las enseñanzas de la filosofía yoruba. Además en las páginas de cada Orisha podrán encontrar historias o patakíes relacionadas al mismo.

Listado de Patakíes
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Cangrejo.
En una época en que las gentes y animales andaban sin cabeza, Cangrejo fue a la casa de Olofin a pedir cabeza para todo el mundo y así tener con qué pensar. Olofin le contestó que ya él le avisaría el día en que se decidiera a repartir cabezas para todo el que la necesitara.

Cangrejo salió por la noche a avisarle a todos que había conseguido de Olofin repartir las cabezas. En esta tarea le sorprendió el día muy distante de la casa de Olofin, y a medida que iban llegando la gente y los animales, les iban poniendo su cabeza; pero Cangrejo llegó tarde y no fue posible que le pusieran su cabeza, pues ya se habían acabado.

A pesar de que Cangrejo fue el primero que supo del reparto de cabezas, no alcanzó y ese fue su castigo por no atender sus asuntos.


La nariz.
La nariz, los ojos, las extremidades, el tronco y las orejas, fueron a registrarse con Orunla y este les dijo que tenían que hacer rogación porque podía venir un tiempo en que estuvieran tan cansados que se iban a dormir.

Cuando salieron de allí cada cual tomó su camino. Los ojos acostumbrados a verlo todo no creyeron que en algún momento se pudieran cerrar. Las extremidades, listas siempre para andar los caminos, rieron ante la idea del cansancio. El tronco no se imaginó en otra posición que no fuera erguido y las orejas despreocupadas olvidaron la rogación. La nariz fue la única que siguió el consejo del adivino.

Un tiempo después los ojos sintieron que el cansancio los cerraba. Las extremidades agotadas necesitaron reposar. El tronco sin apoyo buscó donde acostarse. Las orejas quedaron profundamente dormidas junto a los demás. En medio de aquel silencio, solo la nariz quedó despierta.

Desde entonces, cuando el cuerpo duerme, la nariz vela.


Kolé.
Olofin ordenó que Perro y Kolé, el aura tiñosa, se presentaran en su palacio para encargarles una misión. Perro salió de su casa pero por el camino se encontró un apetitoso hueso de res y se entretuvo comiéndolo. Kolé, sin embargo, acudió presurosa al palacio de Olofin y preguntó obediente:

–¿Usted me mandó a buscar, Babá?

Olofin la designó entonces su mensajera, labor que hasta ahora desempeña.


Olofin y los viejos.
Olofin le regaló a los viejos unos caballos para que hicieran crías y le entregaran una parte, pero no les dio yeguas. Los viejos, sin fijarse, aceptaron el negocio. Cuando Olofin los llamó por que no le daban las crías según lo pactado, salieron llorando, ya que por causa de sus errores podían perder la cabeza. Un joven que se enteró de lo que pasaba, fue a casa de Olofin y le dijo que había visto un caballo parido, a lo que este le contestó que los caballos no podían parir. Entonces el muchacho le dijo que si los caballos no podían parir, ¿cómo el quería que los caballos que le había dado a los viejos hicieran crías?

–Eso lo hice para que no confiaran en nadie cuando fueran a hacer un negocio y siempre se fijaran si había trampa.


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